martes, 9 de junio de 2009

Suave

Me fijé en ti desde que entré a la habitación. Claro que no fui directo hacia ti, no. Primero conversé con la señora Pinnault y su encantador acento francés que no la había abandonado después de 34 años viviendo acá. No tardé en aceptar hacerme cargo de Azabache, un hermoso gato gordo y negro que ella afirmaba era mitad pantera, usando el poco francés que sabía. Guardando su abrazo de abuelita postiza con olor a lilas en el bolsillo de mi falda, dejo que mis pupilas se desvíen hacia la esquina del cuarto, sigues ahí. Camino a través de la habitación conversando con quienes encuentro en mi camino, siendo una buena anfitriona; agradable, delicada y educada. Confieso que casi no puedo concentrarme, imagino que me ves mientras te doy la espalda, que te preguntas mi nombre. Estoy segura que no tienes idea de que yo ya sé el tuyo, sé el de todos los que están en la habitación; todos ustedes están en mi carpeta. Dejo que tu nombre resbale de mi cerebro y haga cosquillas en mi paladar, sin dejar que se enrede con mi voz, todavía. Mientras avanzo por la sala voy pensando en que decirte. Un simple hola es… Simple. Me pregunto si te gusto, por lo menos físicamente.

¿Te gustaré? Hasta el momento no me has visto, o al menos eso es lo que creo. Voy recorriendo detalles de mí que te podrían gustar. Tengo 17 años, estudio de día y ayudo a mi padre en el negocio familiar por las noches, algunas veces canto en ese bar de blues que queda a la esquina, mi madre nos abandonó cuando yo tenía 15, no eso no. ¿Te gusta mi vestido? Yo lo hice, es uno de mis pasatiempos. Tuve que esperar una semana a que llegue el encaje negro que cubre mis hombros y cuello, pero valió la pena. Un poco nerviosa, camino hacia tu mesa y tengo la osadía de sentarme junto a ti. Mi conversación interior se desvanece, eres hermoso. Supongo que tienes 25, bueno, lo sé; mi carpeta tiene más que tu nombre.

Tú sigues impasible ante mi presencia, o al menos eso aparentas. Yo soy feliz estando tan cerca de ti, sin exigir nada, adorándote en silencio. Un mechón cobrizo se ha deslizado desde atrás de tu oreja y yo me aguanto las ganas de enredar mis dedos en tu pelo; debe ser tu estilo. Un bostezo inesperado sale de mi esternón y aprovecho la oportunidad para regalarte una sutileza de mi parte. Dejo que mi mano roce suavemente tu rodilla, diciéndote que me fascinas. No dices nada, tal vez contigo no vale ser femeninamente tímida. Siento como mi sangre corre a mi rostro mientras me inclino hacia ti, muda; he decidido dejarte saber de mi suave lujuria. Voy a besar la esquina de tu boca, a probar tus labios con la esperanza que muerdas los míos. No hablaré, voy a ser delicadamente atrevida.
“¡Irina!” mi padre llama desde la puerta del sótano. Un frío suspiro emerge desde mi laringe, ya sé que me va a regañar. Yo perdiendo el tiempo cuando tú eres el único del cuarto que me falta por embalsamar.

Foto por: http://myownlittlecorner.deviantart.com/

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