viernes, 13 de junio de 2008

Tinta Roja.


Tomás salió tarde hoy, baja las escaleras rápidamente con su prescripción en su mano derecha. Dejó la tv encendida y el gato mordisquea sus tostadas. Corre graciosamente a la parada del bus pero ya es tarde, se ha ido. Apoya las manos en sus rodillas. No corre desde sus epocas de colegio, está rojo. Se inclina hacia atrás porque ahora le duele la espalda. Una gota de luvia cae sobre su párpado izquierdo. No se mueve, acaba de sentirla. Pero no sabe qué es eso. La siente rodar hasta su mejilla donde se confunde con sus lágrimas. No tiene recuerdos de haberlo hecho nunca. Solo siente el agua sal en las comisuras de su boca. El joven a su lado no se percata del caos emocional que ocurre, solo mira al vacío en espera del siguiente bus. Tomás sonríe por primera vez en su vida, no abre los ojos, no por creer que esta soñando, pues nunca lo ha hecho. Solo sabe que algo estalla dentro de él. Si conociera la palabra euforia esta rondaría detrás de sus dientes. Tomás disfruta cada gota de las siguientes siete que caen sobre su cara. No hay nadie alrededor, el joven observa con indiferencia desde la carpa de un edificio. Tomás abre sus brazos y los alza despacio, llora a carcajadas. La tinta roja corre del sello gubernamental de la prescripcián en su mano derecha. A Tomás no le pueden importar menos las hermosas pastillas turquesa que le regala su presidente.

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